InfoRota, Historias Populares Roteñas: Prudente Arjona Lobato

Historias Populares Roteñas

Prudente es un amante de su localidad. Su afición, recoger en pequeños relatos la otra historia del pueblo donde nació y sus gentes.

Por: Prudente Arjona Lobato

Rota, 23 de Junio de 2010

HISTORIAS POPULARES (CXIII) Rota y el mar (X)

“LA CAÑA DEL PAÍS”

La matacaña, donde extraer las mejores cañas para la fabricación de la caña del país

Supongo que habrá muchas personas desconocedoras de lo que encierra este título, mientras que otros tantos les evocarán el pasado: Todo el mundo conoce lo que es una caña de pescar, pero seguro que se imaginan cañas de fibra, o de carbono, con carretes de muchos euros, y sin embargo me refiero a otro tipo de cañas, muy sencillas, extraída de un cañaveral y terminada en un carrizo mucho mas fino. ¿Qué esto puede parecer una tontería?, Pues en verdad esta simpleza dice mucho de cómo se vivía hace cincuenta años y más; donde los chavales y no tan jóvenes, se veían obligados a fabricar sus propios artilugios para pescar, cazar, jugar, etc.: Pelotas de trapo, tiraores´ (tirachinas) o cañas para pescar, ya que la facilidad que tiene hoy la juventud para adquirir lo que se les antoja, en aquellos tiempos era impensable.

Recuerdo, que para agenciarnos las cañas recurríamos a cañaverales, o “matacañas” de los campos cercanos, o lejanos, que dispusieran de ejemplares lo más largos posibles. Luego, buscábamos otros lugares donde existieran carrizos macho para terminar la caña, al tiempo que a esta se le dejaba el último canuto disponible para el encaje del carrizo. Éste canuto se reforzaba con una cuerda fina liada (hilo carta o de bramante) a modo de muelle a todo lo largo para que no se cascara, y luego se pintaba para que la cuerda formara un fuerte protector, de manera que al doblarse el carrizo no se abriera la caña. Por otra parte, al carrizo le hacíamos -de la misma cuerda- una anilla en el puntero, en donde se anudaba el aparejo (sedal), con una corchuela bicolor y un champé trozo de “tripa de gato” (nylon) de menor grosor en donde de se empataban (ataban) los anzuelos. El hecho de que el champé se confeccionara de un sedal mas fino era para que si se enrocaba los anzuelos, no se perdiera el sedal, sino que se rompiera por la parte mas fina, perdiéndose solo el champé y no todo el aparejo.

Para conseguir una buena caña, era menester dejarla en el cañaveral dos años, de manera que fraguara y se fortalecieran las paredes de la caña. Una vez limpia y cortada a la medida deseada, se colocaba de pie sobre una pared, de forma que estuviera un poco inclinada para que adquiriera una ligera curvatura mientras se secaba a la sombra. La familia de Antonio Maximiliano Antón, a parte de vender cometas y collares a los veraneantes, también preparaba cañas del país y sus respectivos aparejos para la venta. No obstante, algunas personas se podían permitir el lujo de encargar a algún estraperlista largas cañas que adquirían en Cádiz, y que las traían en el barco de la hora.

Hoy los chavales se distraen de diferente manera, pero creo que lo que ocurre es que desconocen el placer de ver sumergirse la cochuela y tirar hacia arriba enganchada con una mojarra, un chapetón o una lisa. Las lajas de detrás del muelle (muelle viejo), eran lugares maravillosos donde decenas de niños y jóvenes nos aventurábamos en el arte de la pesca, aunque si cogíamos un “ahoga gato” ya nos sentíamos dichosos. Y es que lo interesante era pescar y no el tamaño de las piezas, por ello le colocábamos anzuelos moscas, que eran los más pequeños y que adquiríamos en el establecimiento de “Manolo el del estanco”, en la plaza “Barroso”. Lo cierto es que comprábamos un poco de masa en alguna panadería, para usarla de carnada, y con ella ya teníamos suficiente para echar la mañana, pues la “ruamera” (peces pequeños en bandadas que se comían rápidamente la carnada), que se sentía atraída por la masa, nos hacía estar constantemente lanzando una y otra vez del sedal, aunque los espabilados pececillos –cuyas fauces eran aún más pequeños que los anzuelos- se comían la carnada saliendo ilesos en su festín. En otras ocasiones usábamos camarones de carnada, que nosotros mismo cogíamos previamente en las pozas de las piedras en la bajamar de las mareas. Existía un tipo de pesca llamada “ a robar” para lo que se utilizaba una potera; o sea, un anzuelo con cuatro anzuelos en forma de ancla, de manera que al esparcir enguado en el agua, acudían los peces (principalmente lisas mojoneras) y era el momento de tirar una y otra vez de la potera en la concentración de peces, que casi siempre enganchábamos a alguno.

Explico en qué consistía el enguao´ el cual adquiríamos por una “perra gorda” (diez céntimos de peseta) un cubo, y que no era otra cosa que los desperdicios de las caballas de la fábrica de don León de Carranza, al ser envasadas por un ejercito de mujeres, durante la época de la caballa. Este enguado era un magnífico reclamo para atraer a los peces a mogollón.

El Picobarro, el garapé del muelle, o la muralla, eran lugares privilegiados para pescar con la caña del país. También, y cuando la marea estaba alta, el ruinoso balneario de Emilita Buada y las piedras de los Calaores´, eran asimismo, sitios muy buenos para pescar chapetones. Y en las noches de temporal, se podían coger robalos de buen tamaño, aunque había que tener mucho cuidado, puesto que la gran cantidad de ratas que merodeaban por aquella zona, te podía robar, sigilosamente, las capturas.

Entre los expertos aficionados a la pesca con caña del país, recuerdo a algunos, como: el Brigada, el Valiente, el Chico y quizás el último de los tradicionales pescadores con la caña del país, como fue el barbero, Manuel el Vizcaíno, quien disponía de una caja donde guardaba los aparejos y las capturas, y además le servia de asiento mientras pescaba con una caña muy larga y pintada de negro. Solía guardar sus pertrechos de pesca en la misma barbería, situada en la esquina de la calle Queipo de Llano y Capitán Cortés (hoy, Higuereta y Blas Infante). Su lugar preferido era el muelle pesquero, junto a una antigua grúa, desaparecida hace una treintena de años.

En esta andanza, entre los cañaverales de los tiempos pasados, e incluso actuales, hay una persona cuya habilidad no ha sido jamás superada por nadie, pues manejar una caña del país, con un sedal tres veces el largo de la pértiga, no es capaz de hacerlo todo el mundo. Manuel Sosa Martín-Niño, “Lolo”, de la familia del “Colorao´”, cuyo padre fue uno de los capataces más famosos y experto en la almadraba de Don León: es un excelente pescador en el arte de la pesca con muestras, que consiste en lanzar y recoger el sedal de manera insistente, intentando engañar a las astutas “bailas”, con una muestra de aluminio a manera de boquerón que termina en un anzuelo.

Hoy el Lolo no suele utilizar mucho la caña del país, pues según dice: “No es que haya perdido la habilidad con la caña, sino que ya no hay bailas como en tiempos pasados”.

Sirva este artículo de homenaje a todos aquellos jóvenes y mayores, que alguna vez disfrutaron de la pesca con la tradicional caña del país, tan arraiga siempre a la historia de nuestro pueblo.

Prudente Arjona Lobato,
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Comentarios   

#1 Guest 18-10-2011 10:59
Me gustaría recordar también a mi abuelo, José García "El Pelo", un amante de la pesca del pais y cuyo recuerdo aún tengo en mi memoria, pescando en la muralla, con camarones y enguaos como carna.
Se ganaba la vida, haciendo trueque con lo que pescaba para poder llevar a casa algo diferente.
Además, por la noches no pescaba con la tachuela sino "a tiento" ya que no se veía la tachuela.
En homenaje a mi abuelo "el pelo" de su nieto David.
pd. Gracías Prudente por este articulo que me ha recordado mucho tiempo atras.