Hace unos quince días, viniendo yo de dar un paseo por la mañana, me encontré en la calle Mina a una señora amiga en compañía de otras comentando la crisis económica actual, y acabé hablando con ella, realmente emocionado e impresionado por lo que me contó y voy a contárselo a ustedes.

Su padre, Eugenio Sánchez Rodríguez, murió a la edad de 87 años. Era paciente mío y padeció de diabetes durante años y después de complicarse con gangrena, murió. Durante los años que siguieron a la Guerra Civil, la familia de Eugenio vivía en la calle Capitán Cortés 3, actualmente Higuereta, 3. Desde el balcón de su casa y tendido todos los días para pasar desapercibido, veía los camiones que llegaban a la puerta de su casa (un edificio que tenía en aquellos tiempos una especie de prisión adjunta) de donde sacaban a los presos que iban a matar: casi siempre a matar.

Él no era de ninguna ideología, ni de derechas, ni de izquierdas, pero aquellos hechos le tenían tan impresionado que con la ayuda del carcelero, muy sensibles ambos a tanto sufrimiento, les facilitaba alimentos y comida, cajas y mantas para evitarles el frío y a ellos les consolaban diciendo que un día les iban a sacar de allí. Esto nunca ocurrió, pero sí que ellos mismos entraron en la pobreza al prestarles dinero. No fue ninguna ideología sino la experiencia del sufrimiento la que obligaba a estos hombres a hacerlo. Eugenio Sánchez cayó hasta tal punto en la pobreza, pues muy pocas veces le devolvían el dinero prestado, que perdió la bodega de la calle Mina (al fondo de la misma). Pero fue fiel a sus convicciones y a su forma de entender la vida. Como legado póstumo a sus hijos, les dejó la voluntad de que ayudaran a los demás y no tuvieran peleas con nadie ante una situación violenta sino que con calma, resolvieran los problemas.

Esto a mí, me ha hecho reflexionar mucho y es el origen de este artículo que demuestra la honradez de este pueblo al que yo tanto respeto y quiero.

Es un error pensar que la actitud a tomar ante la crisis es la de "aguantar" pasivamente. Les voy a decir ahora cómo hemos ido aguantando y los resultados:

SE HA DICHO: "Debemos aguantar; aguantamos este período y si aguantamos, las cosas va a mejorar; aguantamos y se resolverán los problemas".

Políticos, empresarios, expertos económicos y hasta gente de la calle repiten cada día que lo que debemos hacer es aguantar y poco más, ya que, tarde o temprano, todo esto acabará y volveremos a los buenos tiempos.

Se equivocan estos señores y nos equivocamos todos al pensar que la solución requiere, simplemente, aguantar porque lo que requiere exactamente es lo opuesto a aguantar, pero parecemos incapaces de entenderlo y debemos comprender que después de casi seis años del comienzo de esta crisis, no hemos identificado correctamente la situación y nos enfrentamos a ella desde un punto de vista equivocado. (Michelle Boldrin, El País, 02.01.2013).

El "aguantar que ya volverán los buenos tiempos" y mientras tanto "qué nos quiten lo bailao", tranquiliza a la mayoría pero yo ya conozco a demasiados que han quedado en el paro.

Como dice Boldrin, la actitud de soportar el cataclismo mientras dure y reconstruir la antigua forma de vida después, tiene sentido cuando el cataclismo viene de fuera, pero no cuando es resultado del propio sistema económico y social. Aquí la solución tiene que venir también desde dentro y con un cambio de actitud.

La metáfora más apropiada no es la del huracán generado por fuerzas extremas que cae sobre el pequeño e inocente país causando grandes destrozos que hay que aguantar heroicamente. Más bien, yo creo, la metáfora apropiada es, como dice Boldrin, la del grupo de alpinistas - el pueblo español- que intentando escalar una gran y desconocida montaña -el crecimiento económico nacional- y después de haber progresado existosamente por un tiempo largo -que empezó en los primeros años de los 80 y acabó en 2006-2007 -, descubre que ha llegado un punto desde el que no puede avanzar siguiendo la dirección elegida anteriormente. El aguantar mata. (...). En estas circunstancias es preciso reflexionar sobre la situación, entender los errores cometidos, determinar una nueva vía para subir la montaña, rehacer los planes de escalada, recuperar fuerzas y empezar a moverse, tan rápido como sea posible, en la nueva dirección. Esto es lo que deberíamos haber hecho a partir de 2008, cuando el Gobierno nos pedía aguantar viendo brotes verdes en la antigua vía de escalada, y cuatro años después, seguimos negándonos a hacer. Ya sin metáforas: las condiciones financieras internacionales, los métodos de trabajo y de producción, las oportunidades de inversión, las reglas de financiación y gasto público, la estructura de la demanda y la relación de costes/precio de los años 1993-2007 no volverán nunca más, por esta vía antigua ya no podemos subir A LA MONTAÑA, así que, antes de nada, necesitamos una revolución cultural y la innovación socio-económica como únicas maneras de reanudar el crecimiento.

Si un cierto tipo de cambio de vía no nos gusta, es necesario proponer otro que, de una manera distinta, posiblemente superior, nos saque de la posición insostenible en la cual nos encontramos. (Ibidem).

¿Cuál es? No lo sé, pero confío en que serán personas capaces e innovadoras, ciudadanos sensibles a los problemas de los demás como Eugenio y no actitudes políticas ramplonas preservadoras status quo, los que con grandes o pequeñas contribuciones, según sus posibilidades, nos ayudarán a encontrarla.

La revolución necesaria es lo contrario a las pasividades y es necesario que los partidos políticos se unan y con la contribución de los ciudadanos cambien el avance en la dirección necesaria. Todos hemos de modificar nuestra forma de pensar y plantearnos en profundidad qué debemos de hacer toda la población, incluidos los políticos y banqueros, que no sé si con razón o sin ella es tan criticada.

Pero, desde luego, esperar a que pase el huracán en el refugio a la espera del buen vivir anterior, no es la solución. Necesitamos urgentemente personas más preparadas y ciudadanos comprometidos.

Hemos de empuñar con vigor las armas de la paz y de la inteligencia, más la sensibilidad de la ideología para salir de esta crisis que ayude a los que están en la tristeza y la miseria.

Lidio Ramírez Hidalgo (Laguna de Negrillos, León), (Torre del Valle, Zamora) y (Rota, Cádiz, mientras viva). Tengo 80 años